Autobiografía

 

Volumen 1

 

Roberto Patrón Zepeda

 

Última actualización: Septiembre 21, 2014 - 9:36 p.m.*

 

 

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Contenido

Volumen 1

Volumen 2

Volumen 3

Volumen 4

Volumen 5

Volumen 6

Volumen 7

Volumen 8

Volumen 9

Volumen 10

Volumen 11

Volumen 12

 

 

 

 

Prólogo

 

La razón de esta publicación no es actualmente otra que la urgente necesidad de exponer, por ahora en síntesis, ante la opinión pública también, una ya muy larga serie de abusos y delitos muy serios y serios cometidos por (en orden cronológico) miembros de la familia Gaeta Ibarra* desde 1997 y hasta la fecha; José Raúl Tovar Fernández y su hija Erika Denise Tovar López en el año 2005; varios de mis hermanos** en la comisión del doloso y alevoso homicidio contra nuestro anciano padre, Leopoldo Patrón Jiménez, con la importante y significativamente irónica complicidad de María Elena Ríos Elizalde, coordinadora de INAPAM*** (Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores) y Casa Diurna, en el mismo año (2005), en coautoría con Rodolfo Amezcua Llauger (esposo de Norma Patrón Zepeda; véanse las fotos de Rodolfo Amezcua en Google+ también), con Rodolfo Melín Gaxiola (sobornado para la comisión de un secuestro y envenenamiento perpetrados y por años continuados en mi contra) y con al menos entre 7 y 8 agentes de "Protección" Civil de Mazatlán, Sinaloa (en México), con la complicidad de la familia Gaeta Ibarra y personal del Hospital Psiquiátrico de Sinaloa Alfonso Millán Maldonado entre los años 2009 y 2012.

Más recientemente, del 2013 al presente, 2014, otra gran cantidad de delitos y abusos muy serios ha sido cometida en contra mía, a fin de acallar mis denuncias, por Salvador Gaeta Ibarra, Gabriela Gaeta Ibarra, Toribio Orozco Montes de Oca, María Elena Ríos Elizalde e INAPAM, Diana Melissa Gutiérrez Urrea (procuradora del DIF), Bernado Jara (el brutal "esposo" de la antedicha), el DIF de Mazatlán, la Policía Municipal y la Policía Ministerial, bajo el muy prepotente amparo, y muy probablemente también instrucciones en tal sentido, de Sylvia Treviño de Felton (actual presidenta del DIF), José Alfonso Melgoza Millán (actual director de la Policía Municipal de Mazatlán, desde el 4 de enero de 2014), Pablo Andrés Hernández Lizárraga (encargado de la Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito de Mazatlán del 21 de marzo de 2013 al 22 de marzo de 2014) y Juan Antonio Murillo Rojo (actual titular de la Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito de Mazatlán, desde el 22 de marzo de 2014), entre muchos otros. ****

Es por supuesto en extremo importante subrayar que todos los delitos (e infracciones), desde los en extremo graves hasta los menos, que en este y muchos otros archivos he denunciado públicamente a través de Internet hasta ahora, y que en algunos de los casos he tratado de denunciar también ante las autoridades correspondientes, no sólo continúan completamente impunes hasta el presente, sino que incluso, por causa de mis denuncias, curiosamente, las autoridades mismas me han acosado, perseguido y atropellado múltiples veces durante años, con el fin de silenciarme y como parte de su muy inveterado y obvio afán de promover al máximo la más cómoda posible perpetuación de las injusticias que normalmente aquí comete la mayoría de quienes se encuentran en el poder, sobre todo público y también privado.

* Salvador Gaeta Ibarra (véase también en su perfil en Facebook), Salvador Gaeta Flores (padre del anterior), Gabriela Gaeta Ibarra (actualmente, Gabriela Gaeta de Uribe; véase también en su perfil en Facebook), Einar Brodden Ibáñez (véase también en su perfil en Facebook), María de Jesús Ibarra de Gaeta (alias la "Jesusita"; véase también en su perfil en Facebook), María Teresa Gaeta Ibarra (actualmente, María Teresa Gaeta de Brodden; véase también en su perfil en Facebook), Wendy Gaeta Ibarra (actualmente, Wendy Gaeta de Orozco), Toribio Orozco Montes de Oca y Jesús Armando Uribe Tirado (véase también en su perfil en Facebook).

** Norma Patrón Zepeda (Norma Patrón de Amezcua; véanse también sus fotos en Google+), Daniel Patrón Zepeda (véase también en su perfil en Google+), José César Patrón Zepeda (véanse también sus fotos en Google+), Jorge Patrón Zepeda (véase en el perfil en Facebook de su esposa, Maria Guadalupe Quintero Escobar), Leopoldo Patrón Zepeda, Sara María Patrón Zepeda, Ricardo Patrón Zepeda.

*** Llamado antes INSEN (Instituto Nacional de la Senectud).

**** Por razones meramente prácticas, no menciono en este prólogo los nombres de todas las personas cuyos abusos estoy aquí denunciando y por denunciar.

Esto es sólo el inicio de una gran cantidad de información que pienso publicar abiertamente aquí y/o por otros medios, que incluye más de 200 GB en numerosos archivos multimedia, de hace más de una década y hasta la fecha, que prueban casi todo lo que digo (todo lo esencial), que en parte (en lo esencial) ya ha sido enviado y sigue siendo enviado a diversas organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos.

Mi intención era hacer públicos tales muy serios delitos y abusos dentro de varios años; pero las presiones, que han incluido violencia física y constantes amenazas de más violencia e incluso de muerte por parte de miembros de la familia Gaeta Ibarra en complicidad con los mencionados de mis hermanos, siguen siendo actualmente en mi contra tan frecuentes, (en gran parte constantes) que me estoy viendo obligado a publicarlo ya, como un último recurso para salvar mi vida.

En esta edición he añadido una parte esencial de mi diario, y mi intención es hacerlo a lo largo de todo el libro, excepto en cuanto a los periodos en que, por una causa u otra, no haya escrito en mi diario.

El incluir mi diario es algo que me exige trabajo y tiempo mucho mayores de lo que puede a simple vista parecer, puesto que, cuando menos en mi caso, no es algo que consista simplemente en copiar el texto de un archivo a otro, sino que en gran parte todavía estoy escribiéndolo no sólo mediante adición de archivos como pruebas, como, por ejemplo, multitud de grabaciones de audio (y un poco más adelante videos, fotografías y documentos escaneados en gran cantidad), muchos de los cuales no están originalmente anotados en mi diario, y tengo que buscarlos, de acuerdo con sus fechas, entre gran número de otros archivos.

Debido a dichas dificultades y a mi enorme actual necesidad de publicar en el menor tiempo posible el número mayor posible de hechos, no estoy haciendo búsquedas de datos exhaustivas para cada día de este diario que estoy añadiendo a esta publicación, sino que estoy publicando un resumen de cada día, con la intención de progresivamente publicarlo más completamente. Ello implica que, por ejemplo, menciono conversaciones sin mencionar archivos de su grabación, sin que ello signifique que no las grabé, o que no conservo sus grabaciones, o que no las pienso publicar. Si bien también hay conversaciones que, por una causa u otra, no he grabado.

Muchas partes de lo escrito en mi diario hacen referencia tácita a hechos, personas o cosas que solamente yo conozco, y por ello antes de publicarlo me veo en la necesidad de añadir comentarios para hacerlo más explícito y entendible.

En cuanto a mis escritos correspondientes al periodo durante el que mis hermanos me mantuvieron confinado mediante forzado envenenamiento con antipsicóticos y amenazas, hay una gran cantidad de comentarios que ahora me es preciso añadir, y que por entonces no añadí no por no haberme dado cuenta de lo que ocurría, sino por estar casi todo ese tiempo con tan serios malestares como consecuencia de las drogas que obligadamente ellos me aplicaron, que no sentía en casi ningún momento deseo de escribir nada respecto a nada.

En cuanto a las grabaciones de audio a que hago referencia a través de mi diario, es preciso mencionar que al referirme aquí a su contenido lo he hecho en muchos casos todavía muy incompletamente, y lo mismo —como antes dije— respecto a los comentarios que tengo pensado añadir, en gran cantidad, en relación con ello. Aunque no ha sido aún así en cuanto a ninguno o casi ninguno de estos archivos y, de hecho, estoy omitiendo múltiples partes y/o detalles sumamente significativos, por supuesto tengo el propósito de incluir en texto el contenido íntegro de cada grabación de audio y enlace a la audición en línea y la descarga de cada una de ellas.

En esta edición incluyo enlace a otras 16 grabaciones de audio.

También, es de señalar que estoy consciente de que puede haber —y de hecho hay— algunas imprecisiones, casi siempre o siempre marginales, en mis anotaciones del contenido de las grabaciones, anotadas muchas de ellas conforme a lo que enseguida de tales conversaciones pude recordar sin haberlas reescuchado, todavía; aunque nunca o casi nunca en lo esencial han ocurrido.

Para distinguir el texto consistente, por ejemplo, en comentarios, explicaciones y descripciones que actualmente (2013) estoy añadiendo, lo he puesto en cursivas, y no pienso usar este estilo de letra más que para indicar con ella que lo escrito —no lo sucedido— es muy posterior a las fechas de lo referido; por ejemplo, en este caso, posterior al año 2012. Sin embargo de esta posterioridad de esas adiciones, hablo en ellas casi siempre en tiempo presente, tal como habiéndolas añadido por aquellas pasadas fechas; excepciones son los casos en que lo añadido es algo que en aquellos días todavía no se me ocurría o no conocía; casos en los que, de un modo u otro, especifico fechas ulteriores.

Por otra parte, he hecho numerosas modificaciones en mi forma habitual de escribir con el fin de que este texto sea lo más comprensible posible en inglés en la eventualidad de que alguien lo traduzca a ese idioma mediante alguno de los programas que para ello hay disponibles. Ello ha implicado, por ejemplo, a fin de reducir el riesgo de confusiones en lo traducido, añadir pronombres personales en algunos casos en que en español normalmente no se añaden.

 

 

 

 

Introducción

 

A finales de 1997, comencé a padecer una gran cantidad de abusos por parte de casi todos los miembros de la familia Gaeta Ibarra, quienes nacieron y/o cuando menos crecieron en la casa con el número 1020 de la calle Constitución (en el centro de Mazatlán, Sinaloa, México), y que está exactamente enfrente de mi casa, cuyo número es el 1027 en esa calle, cuando debido a no corresponder a las muestras de interés de Wendy Gaeta Ibarra, ésta y casi todos los demás miembros de esa familia iniciaron y mantuvieron durante años una patológica campaña de pretendido convencimiento mediante una extraña alternada combinación de múltiples agresiones y muestras de interés. Sus agresiones, sin más "motivo" que mi indiferencia, llegaron a hacerse tan serias y tan frecuentes, que me vi obligado a dejar mi domicilio e irme a vivir a otro lugar, a fin de poder concentrarme en mi trabajo en la investigación científica y seguirlo llevando adelante.

Esto, sin embargo, implicó los grandes inconvenientes de no tener una casa propia donde vivir. Como consecuencia de esto, el 3 de marzo de 2005 me trasladé a la ciudad de México, llevando los cuadernos esenciales de los resultados de mis investigaciones de muchos años y casi nada más en dinero que lo del pasaje de ida, con la intención de buscar ayuda económica en la embajada de Estados Unidos, puesto que ya antes la había buscado en México sin conseguirla. Sin embargo, en dicha embajada me dijeron que no había allí ningún departamento o persona encargada de atender este tipo de peticiones.

En mayo de ese año, mientras continuaba yo en la ciudad de México, recibí y leí, en una computadora pública, un email en que una sobrina (Ana Karen Amezcua Patrón), hija de mi hermana Norma (Patrón Zepeda), me informaba que mi papá había muerto; lo cual me dejó perplejo y me consternó, porque habiéndome dicho ella misma, en ese email, que mi padre había muerto en dicha vivienda en el 1027 de la calle Constitución, supe, y después confirmé totalmente de muchas formas, que su muerte había sido consecuencia, muy lógicamente, de que, con 83 años de edad y estando muy enfermo, de angina de pecho (desde más de diez años atrás), y extremadamente débil (porque además había sido operado algunos meses antes de su muerte), había sido abandonado, completamente solo, por mis hermanos y hermanas en dicha casa en la calle Constitución (en los años previos a ello él vivía con una de sus hijas, Sara (Patrón Zepeda), en otra casa, de ella, y la casa en que murió llevaba años abandonada), irónicamente inmediatamente a un lado de la sede del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM) en el número 1029 de la misma calle, coordinado por entonces (al igual que actualmente, mayo de 2014) por María Elena Ríos Elizalde. Lo abandonaron en ese lugar, a una muerte segura, muy poco tiempo después —en el mismo mes de marzo de 2005— de que fui a la ciudad de México, aprovechando sus otros hijos para ese inhumana inducción a la muerte, mi temporal ausencia de Mazatlán.

Unos meses después, habitaba yo un cuarto que estaba rentando dentro de un departamento, en la ciudad de México, y el 2 de octubre la persona que me lo subarrendaba, de nombre José Raúl Tovar Fernández, en una discusión debida a un fraude que cometió al rentarme dicho cuarto, me agredió físicamente y enseguida además llamó a la policía, acusándome falsamente de robo él y una hija suya, llamada Erika Denise Tovar López, y añadiendo en mi contra una serie de otras mentiras serias.

Como si eso fuera poco, el proceso implicó una cantidad de graves irregularidades, mediante las que el juez me declaró culpable, y estuve más de dos meses preso en el Reclusorio Norte de esa ciudad, uno de los más violentos y corruptos de todo el mundo seguramente, puesto que es casi imposible imaginar un lugar peor en ese aspecto.

Aunque desde siempre he notado muy serios defectos en todos mis hermanos y hermanas, comencé a conocerlos mucho mejor —hasta qué extremados grados podían llevar esos defectos— desde el momento en que, mientras estuve en la ciudad de México ese año, supe la forma tan despiadada en que abandonaron a mi papá a una muerte segura, y, después, mientras estuve en dicho reclusorio, tiempo en el cual mi hermana Norma Patrón Zepeda (Norma Patrón de Amezcua) aprovechó para burlarse de mí como nunca lo había hecho en nuestra vida adulta; poco después aprovechó también esa ocasión para tratar de inducirme al suicidio mediante decirme una mentira que ella sabía muy bien que, especialmente en las circunstancias en que me encontraba, y pese a mi habitualmente férreo optimismo, sería extremadamente deprimente para mí o para cualquier otra persona en mi lugar; y para, también, ir a esa ciudad en compañía y en complicidad con José César Patrón Zepeda, uno de nuestros hermanos, a decir en mi contra en el reclusorio una muy larga serie de mentiras graves, que obviamente tenían por objeto el hundirme mucho más de lo que muy injustamente ya había sido.

A pesar de la posición económica muy acomodada de varios (Norma, Daniel, Jorge, Sergio) de mis nueve hermanos, ninguno de ellos me ayudó contratando a un abogado para defenderme, ni prestándome dinero para pagar una multa (de casi $5,000 pesos) que en la sentencia se me impuso de manera totalmente injusta (y de lo cual todos ellos estaban de sobra conscientes), a sabiendas de que el no pagarla tendría por consecuencia el padecer todavía otra muy seria injusticia sometiéndoseme a realizar una gran cantidad de jornadas de trabajo durante más de tres años.

Desde el momento en que salí del reclusorio, en diciembre de 2005, casi todos mis hermanos, particularmente Norma, sistemáticamente cometieron más abusos en mi contra, a fin no sólo de perjudicarme en extremo en lo material, sino también de desacreditarme al máximo, por temor a que yo denunciara la forma tan injusta en que hicieron morir a nuestro propio padre. A consecuencia de ello, traté de distanciarme al máximo de casi todos ellos en los años que siguieron.

En enero de 2006, regresé a habitar la casa que me fue heredada por mi papá, en la calle Constitución; pero de inmediato volví a padecer otra gran cantidad de injustas agresiones, más serias que antes muchas de ellas, por parte de la mayoría de los miembros de la familia Gaeta Ibarra bajo el amparo y la prepotente y directa participación de Einar Brodden Ibáñez, esposo de María Teresa Gaeta Ibarra.

Como un último recurso, y muy a mi pesar debido a las enormes limitaciones que eso me causó y me sigue ocasionando en la actualidad en el uso de la PC a la que la tengo conectada, a consecuencia de esos abusos me vi obligado a colocar, en una ventana de mi casa, una cámara de video enfocada hacia la calle, a fin de tener constancia de otros de los abusos de los Gaeta si llegaban a seguirlos cometiendo, o de disuadirlos de ello. Sin embargo, en lugar de moderarse, actuaron aún más abusivamente, y por ello me vi obligado a publicar diversas pruebas de ello en Internet, mediante fotografías y algunos videos. (Ya antes había yo tenido la decepcionante experiencia de poner una denuncia e ir al Tribunal de Barandilla, donde inicialmente la encargada Sara Pacheco González me dio a mí la razón completamente, a la luz de la obviedad de lo que estaba sucediendo, y enseguida se le dio completamente a la otra parte tan pronto como ésta empezó a amenazar allí mismo, dentro de la Delegación de la Policía Municipal, en la Secretaría de Seguridad Pública.)

Sin embargo, dicha cámara indignó a los Gaeta Ibarra debido a su afán de continuar siempre abusando con entera libertad e impunidad, y continuaron como siempre cometiendo múltiples abusos en perjuicio de muchas personas, y cada vez más graves en mi contra, denunciándome, incluso, muchas veces a través de los siguientes años a la Policía Municipal y a la Ministerial de esta ciudad, Mazatlán, que en cualquier caso en cuanto a mí, como es lo habitual en ellos, han probado siempre de sobra ser un aliado incondicional (es decir, sin más condición que la de lo que a continuación menciono) de quienquiera que goce de ese rasgo y condición que en México son normalmente lo único respetado por el gobierno: brutalidad y/o dinero suficiente(s). Por tal "razón", en todos esos casos de ayuda pedida por los Gaeta Ibarra a la Policía Municipal y a la Policía Ministerial de Mazatlán a fin de perpetuar sus impunes abusos con toda comodidad, las Policías Municipal y Ministerial de esta ciudad en Sinaloa, por supuesto, se han puesto de parte de esa abusiva familia inmediatamente, con absoluta y en extremo descarada parcialidad, sin ningún otro motivo que mi desventaja en el aspecto económico y el extremado parecido en bajeza moral entre los Gaeta Ibarra, la Secretaría de "Seguridad" Pública de Mazatlán y el Ministerio Público de Mazatlán, que obviamente los hace identificarse y simpatizar entre sí de inmediato, al tiempo que les causa repugnancia hacia cualquiera que, como yo, muestra esa cualidad que es la más despreciada y descaradamente castigada normalmente por el gobierno de México: honestidad, la cualidad en México tan implacablemente perseguida por el gobierno, como lo es la deshonestidad en los países desarrollados.

Las causas inmediatas de los por demás absurdos desenlaces referidos en los dos párrafos anteriores, son de sobra conocidas por casi cualquier mexicano y por casi cualquier otra persona que haya estado en este país durante algún tiempo: aquí el gobierno normalmente da la razón a la parte que muestra tener más dinero o la que se comporta con mayor brutalidad.

Desde mi salida del reclusorio, cuando mis vecinos me han preguntado en cuanto a mi papá, he dicho siempre la verdad al respecto: la forma tan injusta en que murió, que no puede calificarse de otro modo que como un homicidio.

Mis hermanos se enteraron de ello a través de los Gaeta Ibarra, según Norma y Daniel me reprocharon desde muy poco después, pues cuando menos María de Jesús Ibarra de Gaeta (esposa de Salvador Gaeta Flores) desde hace mucho tiempo ha tenido una amistosa relación y comunicación con mi hermana Norma, lo cual ambas han dicho abiertamente, y a menudo a modo de amenaza y hasta sin ningún pudor gritándomelo en plena calle varios de ellos, seguros del todo de que lo que siempre va a prevalecer aquí será, como hasta ahora siempre ha sido en México, la "razón" del dinero y la brutalidad sobre la auténtica razón y honestidad. Y aunque tal vez ya ninguna de ellas ahora reconocería esa alianza entre miembros de esas dos familias, hay múltiples constancias de ello, en grabaciones de audio e incluso en fotografías, que por supuesto serán publicadas.

Entre los miembros de esa familia y todos mis hermanos y hermanas (especialmente entre dichas dos mujeres), así como la típica gente en el gobierno en México, hay enormes similitudes morales y psicológicas, como luego mencionaré con cierto detalle, y tal como he estado probando con muchos archivos respecto a ellos; las cuales, por supuesto, se han reflejado y lo siguen haciendo en sus muy injustas y a la vez del todo impúdicas acciones. Y en este aspecto, evidentemente, los Gaeta Ibarra tienen en común con mis hermanos además, y obviamente con la gente de INAPAM, el haber propiciado las condiciones para esa muy injusta forma en la que mi papá fue empujado a la muerte, porque de no haberme visto obligado algunos años antes a irme de esa casa debido a los múltiples abusos cometidos por los esa familia en mi contra, tampoco me habría visto precisado a ir al D.F. en busca de ayuda, y, por lo tanto, mi papá no habría sido forzado a esa muerte tan descarada como inhumana, y muy probablemente habría vivido algunos años más (o al menos no habría muerto en esas condiciones tan extremamente deplorables) porque a pesar de que mi papá era de tendencia depresiva, antes de ese abandono tenía un gran deseo de vivir y en cierto modo era mucho más fuerte que muchas personas: era extremadamente persistente incluso en situaciones muy adversas, y lo demostró de muchas formas a lo largo de su vida.

Al regresar a Mazatlán en diciembre de 2005, supe que, extrañamente, el cuerpo de mi papá había sido cremado, pese a no sólo no haber pedido él jamás tal cosa, sin haber expresado incluso su preferencia por ser sepultado.

Cuando fue allí abandonado, mi papá estaba extremadamente delgado y apenas podía caminar unos pocos pasos y necesitaba cuidado continuo, y, sin embargo, fue dejado en una casa (su casa), totalmente solo y a muchos kilómetros de distancia de las casas donde vivíamos todos sus hijos. Estando físicamente tan débil que desde hacía más de cinco años, no podía abrir ni cerrar la puerta, por entonces de madera, de la entrada de la casa, porque ésta estaba del todo caída (las bisagras ya no hacían más que mantenerla verticalmente, pero con todo su peso descansando sobre el piso), desde más de 15 años atrás, y era muy pesada, y por ello había que levantarla y/o arrastrarla sobre el suelo para poderla mover para abrirla o cerrarla. Levantarla o arrastrarla era algo muy difícil* hasta para cualquier adulto joven y con buena condición física, e imposible del todo para él desde muchos años antes.

* Por supuesto, cuanto más se levantaba para arrastrarla menos, más difícil era levantarla, y cuanto más se arrastraba para levantarla menos, más difícil era arrastrarla. Así que de cualquier manera era muy difícil abrirla, sobre todo desde dentro, porque para esto había que jalarla con las puntas de dos dedos (el medio y el anular) de la mano izquierda, metiéndolos entre el borde de la puerta y el del marco, y con los dedos índice y pulgar de la mano derecha tomando la minúscula manija de la cerradura. Esta puerta nunca tuvo por dentro una de esas manijas que pueden usarse con toda la mano (lo cual hubiera sido útil para abrirla jalándola desde dentro con menor dificultad; aunque en tal caso tampoco mi papá habría podido abrirla, porque habría tenido que usar para ello una sola mano, y es casi seguro que tampoco la habría podido abrir usando las dos manos de haber habido dos manijas de este tipo).

Aunque cerrarla desde dentro, empujándola, no era tan difícil, porque para ello podía recargarse sobre ella el peso del cuerpo, incluso para ello él tenía serias dificultades. Y lo mismo para abrirla desde fuera.

Para cerrarla desde fuera no podían meterse los dedos por entre la puerta y el marco, debido a que el marco cubría esa rendija (como normalmente ocurre en las puertas por fuera). Por esto, la única forma de cerrarla desde fuera era jalándola mediante una manija, del tamaño para una mano, que puse para ello. Pero incluso en este caso el movimiento era difícil por el peso y la fricción al arrastrarla sobre el suelo.

De estas cuatro esenciales y diarias acciones, la más difícil y a la vez la más crucialmente importante para mi papá, tomando en cuenta su muy precario y delicado estado de salud, era el abrir la puerta desde dentro, y era del todo imposible para él, por causa de las condiciones, físicas y materiales, que estoy señalando.

Por esto, no es en absoluto exagerado decir que mi papá fue literalmente sepultado vivo, hasta morir de esa manera, y por causa muy probablemente de ello.

Al regresar de la ciudad de México, en diciembre de 2005, entré de nuevo a esta casa en que mi papá murió sepultado vivo. Encontré aquí un teléfono fijo, de cable corto y teclas grandes, que no había antes de ser mi padre abandonado aquí, y que ahora estaba en el mismo cuarto en que él durmió durante esa sepultura en vivo. Pero ¿para qué hubiera servido ese teléfono en el caso de una emergencia en la que muy probablemente iba a encontrarse en cualquier momento, tomando en cuenta que sus familiares más geográficamente cercanos estaban a kilómetros de distancia, y además probablemente alguno(s) de ellos no estaría(n) en su(s) casa(s), o incluso estando no contestaría(n), como en muchas ocasiones ha ocurrido?

En ese tiempo y desde mucho tiempo atrás, el estado de salud de mi papá era tan precario y tan visiblemente delicado (física y emocionalmente), que era en extremo y de inmediato obvio, desde la primera vista, que lo que necesitaba para continuar viviendo como cualquier ser humano promedio, esto es, como un mínimo de cuidados y de atenciones (sin mencionar la dignidad humana, que en México está por debajo del mínimo en el promedio), era, en parte y esencialmente, tener a su lado, dentro de la misma casa cuando menos, permanentemente una persona que lo atendiera y cuidara al menos en lo que a su estado de salud se refería, si acaso ninguno de sus familiares quería o podía darle otro tipo de atenciones también esenciales, como, por ejemplo, el hacerle sentirse amado, sobre todo por aquellos por los que a través de gran parte de su vida (en cierto modo de toda su vida) se sacrificó y trabajó en extremo para darles lo mejor posible según sus humildes alcances, que, vistos en retrospectiva, nunca dejan de asombrarme por lo mucho que, para su sueldo y su humilde trabajo, nos dio materialmente, y sobre todo por el hecho de que, en medio de todas sus limitaciones materiales además de la temprana pérdida de su esposa que supuestamente podían llevarlo a la amargura y la aspereza o incluso violencia en el trato a sus hijos, fue siempre, sin embargo, un singular ejemplo de amor y cariño a nosotros.

Pero un ejemplo no correspondido, e incluso pagado exactamente con lo opuesto de todo lo bueno que, con extremados sacrificios, nos prodigó a sus hijos, sin abusar nunca de nadie, hijos o no, y en muchos casos padeciendo abusos de otros largo tiempo.

En tales especialmente precarias condiciones de salud, es imprescindible tener, si no a alguien físicamente tan cerca que esté todo el tiempo dentro de la misma habitación, cuando menos a alguien dentro de la misma vivienda, a no más de unos 15 metros de distancia, a quien pueda llamársele por interfono mediante la sencilla acción de oprimir un botón, y no, por supuesto, tener que marcar todo un número de teléfono a fin de, si se tiene suerte para ello, encontrar a alguien a kilómetros de distancia, que, en este caso, probablemente ni siquiera acudirá inmediatamente.

En el caso de un infarto al corazón, por poner un ejemplo, o de una caída o algún otro accidente, la persona en un caso como este se verá, casi seguramente, imposibilitada de marcar todo un número de teléfono, y, obviamente, la reacción, por rápida que fuera, de alguien que se encuentra a kilómetros de distancia, muy probablemente, y seguramente en muchos de estos casos, será demasiado ya tarde, y tendrá consecuencias fatales.

Esto es tan obvio, que no es por otra causa que hasta los sanatorios más modestos hacen justamente eso, normalmente: tener al menos una enfermería situada a una distancia no excesiva, de no muchos metros, de donde están los pacientes, y, por supuesto, no teniendo estos teléfonos con series de números que tengan que marcar, e incluso recordar para ello, en casos de emergencia. Porque si bien es cierto que mi papá sabía ya de memoria algunos de los números de teléfono de sus hijos, también es cierto que en determinados accidentes y problemas de salud, el afectado puede incluso verse en serias dificultades para recordar un número de teléfono, por más familiar que éste le sea.

Estos son conocimientos tan extremamente elementales en cuanto a salud y prevención de problemas en esta materia, que no es preciso estudiar medicina y ni siquiera enfermería para que toda persona común y corriente los perciba y los comprenda de inmediato, y esté en todo momento del todo consciente de cada uno de ellos, así como de otros que a continuación mencionaré.

¿Fue, entonces, ese teléfono puesto aquí, al sepultar vivo a mi padre, realmente con la intención de salvarle la vida en uno de los muchos previsibles casos de alto e inminente riesgo a los que inhumanamente fue empujado en tales condiciones de abandono y aislamiento? Es muy obvio que no, porque es en extremo evidente, para cualquier ser humano normal, que ese teléfono en realidad no iba a servir en este caso para casi nada, excepto para maquillar un poco, ante la extremo laxa y casi inexistente conciencia moral de los propios victimarios, la extrema vileza con que cometieron este muy claro homicidio, dolosamente y no por mera negligencia en absoluto.

 

Cuatro años después, a principios de 2009, mis hermanos y hermanas comenzaron a mostrarse particularmente preocupados por el hecho de que yo ante los vecinos platicaba con franqueza la forma tan inhumana en que abandonaron a mi papá, forzándolo a morir de esa manera. Al inicio mostraron su preocupación limitándose a acosarme con más insistencia que en el lapso del 2006 a esa fecha y a tratar de sobornarme con dinero, debido a una llamada, según me dijo Norma, que María de Jesús Ibarra de Gaeta (alias "Jesusita" Ibarra de Gaeta) le hizo quejándose de que yo estaba denunciando en Internet algunos de los múltiples abusos cometidos por su familia, los Gaeta Ibarra, que estaba yo responsabilizando a esa familia también, en parte, del homicidio contra mi papá, y que además yo estaba diciendo ante los vecinos que, mediante el abandono referido, mis hermanos y hermanas habían muy abusivamente forzado a mi papá a la morir.

Al parecer, tal vez por inducción de algún otro comentario expreso al respecto de María de Jesús Ibarra de Gaeta en esa plática con Norma, o tal vez por deducción de esa plática por Norma y/o, después, de otros de mis hermanos y su esposo, el motivo de esa desesperada preocupación que comenzaron mis hermanos a mostrar a inicios de ese año, fue el temor a que yo denunciara en Internet también la forma en que mi papá fue abandonado y, así, literalmente forzado a morir, en una por completo descarada violación de sus derechos más fundamentales como ser humano.

Como evidente consecuencia de ese afán de silenciar y dejar impunes para siempre esos muy graves abusos, en la mañana del lunes 16 de febrero de 2009, dos corpulentos agentes de "Protección" Civil de Mazatlán entraron sin mi autorización a mi casa y trataron de hacerme salir mediante la mentira de que la embajada de Estados Unidos estaba pidiendo que me llevaran a esa representación del gobierno de ese país. Como vieron que no les creí, me sacaron obligadamente bajo la amenaza de que de oponerme a salir iban a aplicarme por la fuerza una inyección para sacarme, mientras uno de ellos, estando muy cerca de mí los dos agentes, blandía con una mano una jeringa llena de un líquido. De ese modo "acepté" que me sacaran, sin oponer resistencia, aunque de inmediato los dos agentes me agarraron fuertemente por los brazos con sus cuerpos pegados al mío; y así, mediante la fuerza física a pesar de que no opuse resistencia alguna, me subieron en una ambulancia y me llevaron hasta Culiacán e internaron en el Hospital Psiquiátrico de Sinaloa Alfonso Millán Maldonado, donde nunca nadie me hizo ningún estudio psiquiátrico ni psicológico, pero sí me inyectaron antipsicóticos y un "psiquiatra", llamado Ayax Medrano Hernández, y una "psicóloga", de nombre Teresa Cortés (a quien dicen allí "Teresita"; el enlace es a su perfil en Facebook, aunque no da la cara ni el nombre allí), cada una de las varias veces que me vieron, expresamente me condicionaron la liberación con que yo reconociera estar enfermo de esquizofrenia paranoide.

Al metérseme en dicho hospital y preguntar a qué se debía todo eso, un "médico" me dijo que un psiquiatra de Mazatlán cuyo nombre, según mencionó, era Rodolfo Melín Gaxiola, contratado por mis hermanos había dado la orden de que se me hospitalizara, de esa manera, forzadamente, con la participación de "Protección" Civil, tal como cuando uno constituye una amenza pública en algún país desarrollado, y tal como en contraste de hecho en México se trata de ordinario, en los mejores de los casos, de "remediar" el "inconveniente" de que uno trate de defender los derechos humanos más fundamentales, como en este caso fue del todo manifiesto a través del interrogatorio que los agentes de "Protección" Civil me hicieron al trasladarme hacia dicho hospital, en Culiacán, Sinaloa, y que puede escucharse en el audio y video que grabé infraganti de este delito, publicado aquí y en la página Video que muestra a "Proteccion" Civil de Mazatlán y a Daniel Patrón Zepeda cometiendo infraganti el grave delito de secuestro. Eso me dejó perplejo, no porque yo no considerara a mis hermanos capaces de cometer una tropelía de ese tamaño y gravedad (pues los sé desde hace mucho muy capaces de cosas aún peores), sino debido a que jamás había ni siquiera escuchado mencionar el nombre de ese "médico", y por supuesto nunca nos habíamos visto y, sin embargo, esa persona había tenido la osadía de cometer ese grave delito, sin más motivo que el de los sobornos de mi hermana Norma, según constaté personalmente poco después.

Semanas después, ya en Mazatlán, Norma me instó a visitar a Rodolfo Melín Gaxiola en su consultorio, y por unos momentos pensé en negarme a fin de no darles con ello la oportunidad de decir que esa persona ya me había visto alguna vez. Sin embargo, pensé que debía acudir con el fin de constatar algunas cosas que los inculparan más a ambos: la cita no duró más que unos pocos minutos, en los que, por supuesto, ese "médico" no me hizo ningún estudio psiquiátrico, y expresamente me dijo allí que nunca nos habíamos visto. Además, al final de la cita, Norma sacó de su bolso un billete de $200.00 pesos y se lo dio, a Rodolfo Melín Gaxiola, que sin dudarlo lo tomó y se lo guardó, en el Hospital General, donde supuestamente los clientes no tienen por qué pagar nada a los médicos.

Es irónico que en esa cita, que fue la única con ese "médico", Rodolfo Melín Gaxiola dijo que era necesario que se me aplicaran cada mes medicamentos antipsicóticos inyectados (con la supervisión de mis hermanos; es decir, obligado por ellos), en lugar de tomados, para evitar que no me los tomara y evitar que surgieran en mi mente ideas "intrusivas"... sin tomar en cuenta o despreciando el hecho de que la única verdadera intrusión en este caso fue la que él, mis hermanos y los agentes de "Protección" Civil, cometieron en mi casa, en mi vida e incluso en mi salud, y durante años después también.

Es irónico además el hecho de que mientras los agentes traían una orden de entrar a mi casa y sacarme de ella de cualquier manera achacándome paranoia, esa intrusión en mi casa para sacarme fue evidentemente planeada con cierta anticipación —días o incluso semanas— y por ello cuando menos los agentes y mis hermanos se sentían muy seguros de lograrlo debido a que por un exceso de confianza mío... yo dejaba a diario entreabierta la puerta de la entrada a fin de que entrara aire, debido a que estaba la casa repleta de cosas que sin mi autorización mi hermana Norma ha mantenido aquí guardadas desde el año 2005 hasta la fecha.

Es irónico que me haya visto obligado a dejar la puerta abierta por culpa de mi hermana Norma, y que encima de ello ella y otros de mis hermanos se hayan aprovechado de esa situación para cometer tal secuestro.

Y es irónico también que los agentes de "Protección" Civil, mis hermanos y el "médico", Rodolfo Melín Gaxiola, que mis hermanos sobornaron para cometer ese secuestro (y seguramente también para cometer los muchos otros abusos que a través de él dichos hermanos cometieron a lo largo de años más), me achacaban exceso de desconfianza (paranoia) en los momentos en que planeaban poder sacarme de mi casa aprovechándose de mi evidente exceso de confianza.

En otras palabras, sabían que gracias a mi exceso de confianza me sacarían de mi casa y me encerrarían en un hospital achacándome exceso de desconfianza. Obviamente, incongruencias como éstas sí son realmente atribuibles a mentes enfermas.

Al salir de dicho hospital y regresar a Mazatlán, Norma y Daniel me dijeron que habían tomado la decisión de hospitalizarme en ese lugar porque yo estaba muy distanciado de la familia y porque la esposa de Salvador Gaeta Flores, María de Jesús Ibarra de Gaeta, había llamado a Norma por teléfono y se había quejado de mí.

Muy poco tiempo después de salir de ese hospital, Norma me habló por teléfono y, en tono molesto y de reproche, me dijo que unos vecinos de la calle Constitución (en realidad es casi seguro que se refería a María de Jesús Ibarra de Gaeta, pues Norma no platica nunca con casi ningún otro de los vecinos de esta calle) le habían dicho que yo andaba diciendo que ellos (mis hermanos) habían "tenido algo que ver con la muerte de mi papá".

Cuando algunas semanas después de que fui encerrado fui por fin liberado de dicho hospital psiquiátrico, me encontré con que mi casa, en la calle Constitución, ya estaba siendo habitada por otro de mis hermanos, Leopoldo ("Polo"), el primogénito, quien había aprovechado el secuestro para, por supuesto sin ninguna autorización de mi parte y sin siquiera haberme preguntado nada respecto a ello nunca, vivir allí sin pagar renta. Le pedí enseguida que regresara al lugar en que él vivía antes del secuestro del que él estaba ahora tratando de sacar provecho, y se fue, pero sólo por unos días...

Cuando Polo se fue, traté de volver a vivir en mi casa; pero los Gaeta Ibarra, después de ver que los de "Protección" Civil me secuestraron y recluyeron en un hospital psiquiátrico, cada vez que me veían por la calle, o al llegar, o al salir, o al tan solo asomarme hacia fuera, me gritaban "¡loco!", y en dos ocasiones —con muy pocos días de diferencia entre una y otra— pidieron patrullas a la Policía Municipal achacándome estarlos fotografiando cuando yo sólo trataba de dejar en mi banqueta la basura previamente al paso del camión recolector. Cada una de esas veces, como en todas las demás hasta ahora, los policías municipales actuaron con absoluta parcialidad en favor de los Gaeta y en mi contra, sin más motivo que la repelencia en ellos por demás común hacia quienquiera en que notan esa muy infortunada mezcla de honestidad y desventaja en lo económico que padecemos los de una parte significante de la población, y que a "juicio" descaradamente expreso y mediante insistentes amenazas y acosos (después, en 2014) de una agente de la Policía Municipal, tenemos que irmos de México, si no estamos confomes con sus abusos. Y puesto que en la segunda de dichas llamadas de los Gaeta los policías ya se mostraban indignados de acudir en auxilio de los abusos de esa familia sin arrestarme por haberme yo negado a salir de mi casa, me amenazaron con "agarrarme" cuando me vieran en la calle.

El siguiente video muestra la primera de esas amenazas:

 

Sabía muy bien que para esos policías, como para todos los policías de este país, era muy fácil desquitarse de las molestias que yo supuestamente les había causado al negarme a salir para que me arrestaran o me golpearan: llevándome primero a la Delegación de Policía diciendo que habían encontrado en mi bolsa alguno de los cigarros de mariguana que entre muchos de ellos son de uso habitual, por ejemplo, para de allí recluirme en la cárcel, sin opción de liberarme o no al menos en mucho tiempo.

(A propósito de esto, y sin mencionar por ahora la muy lamentable conducta de los policías que en 2005 me arrestaron en el D.F. y la de los custodios del Reclusorio Norte, ese mismo año, el 28 de enero de 2009, 19 días antes de que se me encerrara en dicho hospital psiquiátrico, presencié cómo varios policías municipales de aquí, de Mazatlán, hicieron que un muchacho al que conozco, muy honesto (excepcionalmente honesto) y a la vez muy pobre se tirara al piso boca abajo en la calle Constitución, mientras uno de ellos le ponía encima uno de sus zapatos, muy cerca —a unos 20 metros— de la plazuela Machado, mientras yo estaba allí vendiendo libros, y mientras permanecí todo ese tiempo volteado hacia ellos y mirándolos fijamente.

Luego de un largo rato, los policías se lo llevaron, en la madrugada. Enseguida fui, a pie, hasta la Secretaría de Seguridad Pública y pregunté por el muchacho. Me dijeron que allí estaba, encerrado (sin más motivo que el de ser muy pobre y muy honesto), con el nombre "Rafael Predrosa", y que podía sacarlo pagando una multa o esperar hasta la tarde (casi en la noche), en que se le liberaría aunque no se pagara la multa. Unas horas después, en la mañana, regresé y pedí pasar a verlo. Al llegar a una celda en la que estaban encerrados unos 30 muchachos, entre ellos él, vimos que él tenía sangre fresca en la boca, porque varios de los otros muchachos allí encerrados lo estaban golpeando cuando una empleada de allí y yo íbamos llegando hasta el lugar.

En vista de ello, enseguida platiqué al encargado lo sucedido; le dije que se trataba de un muchacho muy honesto cuyo único problema era ser muy pobre; que no traía yo dinero para pagar dicha multa, pero que era necesario que lo liberaran ya porque de no ser así iban a seguir golpeándolo durante todas las horas que faltaban para que lo liberaran sin el pago de la multa. Con indiferencia, accedió a liberarlo.

Rafael Pedrosa
Rafael Pedrosa saliendo de la Delegación de Policía Municipal. Traté en ese momento de tomarle una foto en que apareciera la herida que tenía en la boca, todavía un poco sangrante; pero se cubrió para evitarlo.

Cuando regresábamos al centro de la ciudad, el muchacho me dijo que los policías al detenerlo le habían robado un celular y algunas otras cosas que traía.

 

El 24 de agosto de 2009, Daniel (Patrón Zepeda) (véase también en su Facebook y en su Google+), uno de mis hermanos que más activamente participaron en la decisión, planeación y perpetración de este homicidio y, posteriormente a ello, en graves represalias en mi contra, incluido un secuestro y grave envenenamiento durante años (y múltiples otros abusos), a fin de acallar mi denuncia de este muy cruel parricidio, trató —defectuosamente— de borrar la evidencia de esta sepultura en vivo, cambiando esa puerta por otra, y a la vez así dejando clara su plena conciencia del serio delito que cometieron.

Pero no consiguió borrarla, por varias causas: en parte, porque no se tomó la molestia de deshacerse de esa puerta por completo: aún está en la casa (que ahora yo habito, por herencia de mi papá) en la parte frontal y a la vista desde la calle. Por esto, esta puerta aún puede pesarse; y aunque nueve años después ya ha perdido en gran parte su peso de ese entonces por efecto de las termitas y a haberse podrido por la lluvia y el Sol a que ha estado expuesta todos estos años, pesa 29 kilos, actualmente. A esto habría que sumar una hoja de triplay de igual ancho (113 cm) y alto (1,90 m) de la cual ya se desprendió a pedazos más del 99% de su peso de aquellos años. Y habría que sumarle también alrededor de 10 kilos perdidos por putrefacción y oquedad que en ella al paso de estos años le han ido causando dichos agentes de deterioro, así como también el peso de la cerradura, que ya no conserva en la actualidad.

Esta puerta, curiosamente, fue hace unos 25 años improvisada precisamente por mi hermano Daniel, uno de los más activos homicidas de nuestro mutuo padre, así como en el secuestro cometido en 2009 en contra mía, y en mi grave envenenamiento durante años, y en múltiples otros abusos, sencillamente uniendo, mediante otras tablas clavadas en ellas, las dos pesadas hojas de una puerta de un total de 113 cm de ancho, que por ser tan ancha y a la vez pesada, precisamente, estaba originalmente hecha en dos partes. Con las tablas con que las unió y con el triplay con que cubrió esas tablas añadidas a través de ellas, la puerta, lógicamente, quedó mucho más pesada que la original de dos hojas, pero además en una sola hoja todo.

Las bisagras y el marco eran muy resistentes, y, sin embargo, la madera de la puerta al paso de los meses y los años fue cediendo y aflojándose de los tornillos de las bisagras, quedando relativamente pronto totalmente sobre el piso, hace no menos de 20 años.

Además, del hecho de que esta puerta aún estaba en "función" en esta casa incluso años después del 2005 —pese al inútil intento que Daniel hizo en agosto de 2009 por ocultar esta clara evidencia de su parricidio, reemplazándola por otra— hay clara constancia en el video de Google Maps tomado y publicado desde abril de 2009:

 

 

 

 

Más recientemente, hace unos pocos meses, al tratar de regresar a vender libros en la plazuela Machado, volví a encontrar a ese muchacho por allí, y me platicó que en varias otras ocasiones después de la antes referida han vuelto a agarrarlo los policías y se lo han llevado a otros lugares a fin de amedrentarlo.

Y la siguiente vez que lo vi allí, unos días después, en esos momentos, en una hora en que es completamente inusual que llegue por allí algún inspector de la Oficialía Mayor, llegaron dos inspectores; y uno de ellos, que dijo llamarse "Juvenal Mendoza", me dijo enfáticamente que no volviera a ponerme a vender allí porque si volvía a hacerlo me iban a quitar todos los libros y además me iban a multar. Desde entonces no he regresado a vender en ese lugar.

Curiosamente, esos inspectores llegaron ese día a quitarme del lugar lo bastante tarde como para que ya allí no hubiera ningún otro de los varios vendedores que tampoco teniendo permiso venden allí con cierta regularidad (pero otro tipo de mercancías, que no tienen que ver con la educación); de tal modo que, los inspectores, no se vieron en necesidad de hacer esa misma advertencia a ninguno de esos otros vendedores; quienes, por supuesto, continúan vendiendo allí. Y no es que esté yo sugiriendo que se les quite del lugar a ellos también, sino tratando solamente de llamar la atención hacia que por este y otros varios hechos similares en relación con mis intentos de vender libros allí, parece como si —desde hace años cuando menos— el gobierno de Mazatlán tuviera hacia la lectura de los ciudadanos tal repelencia, que tratara de evitarla a toda costa, o, en el menos lamentable de los casos, fuera una de sus últimas prioridades; cuando en realidad —es por completo obvio— debería ser una de las primeras.)

Dichas amenazas de los policías, en 2009, me hicieron darme cuenta de que ya no podía ganarme la vida vendiendo libros como lo había estado haciendo hasta el día en que me encerraron en dicho hospital, es decir, ya no podía venderlos en lugares públicos, como en los tianguis o, como lo había estado haciendo hasta dicho día, en la plazuela Machado, que está a una pocas cuadras de mi casa, y que por ello constituía un lugar que me hacía muy vulnerable ante los policías que me dijeron que iban a "agarrarme" al verme en la calle; los cuales con frecuencia pasaban por calles del centro, y de los que no podría correr llevando o trayendo conmigo el peso de entre 40 y 20 libros.

Me vi entonces obligado a irme otra vez de mi propia casa, debido otra vez a los abusos de la familia Gaeta Ibarra en complicidad con mis hermanos. Y de inmediato a mi casa regresó Polo, otra vez sin pedirme ningún permiso y sin que yo lo hubiera autorizado.

Durante los siguientes años, hasta marzo de 2012, "viví" en la casa de mi hermana Sara un tiempo, y otro tiempo en un pequeño cuarto en la colonia Benito Juárez.

Durante la mayor parte de ese lapso, durante casi dos años y medio, mediante recetas de antipsicóticos que Norma cada mes obtuvo de Rodolfo Melín Gaxiola, ella y su esposo Rodolfo Amezcua Llauger me llevaron cada mes a inyectar esa droga, debido a la cual en todo ese tiempo me sentía y parecía, en la manera de moverme, un zombi. Tenía sensaciones extremadamente desagradables, como de aturdimiento, en la cabeza casi de manera permanente, especialmente durante las primeras semanas siguientes a cada inyección, pese a que en toda mi vida antes de tales abusos muy raras veces llegué a sentir algún dolor de cabeza (lo cual en realidad es algo muy diferente), y nunca, con excepción de algunas veces en el tiempo en que estuve en el Reclusorio Norte, cualquier otra sensación extraña o similar a esa. Otros efectos adversos eran temblores en los pies y en la lengua, taquicardia, debilidad y un letargo por el que pasaba la mayor parte de cada día dormido.

Aproximadamente dos años después, los efectos adversos de esa droga, llamada Clopixol, comenzaron a intensificarse cada vez más, hasta el grado de que, a pesar de un letargo muy incrementado, no podía dormir más que unas pocas horas cada día debido a que los temblores en los pies, por ser mucho más fuertes, me lo impedían. Esa falta de sueño mermó mucho más mi salud, pues me sentía muy débil, muy mal y muy deprimido. Meses después, me sentía extremadamente deprimido, y no había un día en que no tuviera casi todo el tiempo en la mente de una manera en extremo obsesiva la idea de suicidarme.

Platiqué todo esto y otros detalles a Norma y a otros de mis hermanos en múltiples ocasiones, muy desesperado, añadiendo que si volvían a inyectarme lo más probable era que al muy poco tiempo terminara suicidándome. Pese a ello, Norma y Rodolfo poco después me fueron a buscar ya no solos como acostumbraban, sino acompañados de dos agentes de "Protección" Civil, como en otras dos ocasiones ya lo habían hecho después de que fui liberado del hospital psiquiátrico de Culiacán, para ponerme otra inyección mediante la fuerza. Sin embargo, esa vez los vi por la ventana antes de abrir la puerta y mantuve ésta cerrada hasta que se cansaron de tocar y gritar y se fueron.

Hablé al respecto también con Daniel y con Jorge, otros de los hermanos que, junto con Norma y con César, tomaron la decisión de hospitalizarme y someterme a esas drogas durante años; al parecer, la intención que tenían era mantenerme drogado por el resto de mi vida, para así mantenerme en silencio para siempre respecto a la muerte de mi papá, y, preferentemente, que muriera yo lo más pronto posible para que mi existencia les ocasionara los menores gastos posibles.

Luego de insistir varias veces por fin aceptaron, aunque Norma luego de ello continuó renuente un tiempo más. Enseguida de ello, comenzaron a hacer reducciones en el dinero que destinaban a mi manutención, alegando tener muchos gastos. Y meses después, dejaron por completo de aportar para ello, pese a que les dije repetidamente que no podía regresar a habitar mi casa debido a que después de la forma en que me sacaron por la fuerza en 2009 y me llevaron a encerrar a un hospital psiquiátrico, los Gaeta Ibarra eran mucho más abusivamente agresivos conmigo, y que puesto que esa situación era responsabilidad de mis hermanos, ellos deberían pagar la renta del lugar que yo habitara mientras no pudiera regresar a mi casa. Ninguno de ellos lo aceptó, y ninguno de ellos aceptó siquiera tener la responsabilidad de ello. Daniel, en una de las ocasiones en que se lo dije, se limitó simplemente a decirme con desprecio que no podía yo obligarlo a pagar eso.

Durante aproximadamente un año más, hasta principios de 2013, estuve habitando un departamento cuya renta yo estuve pagando completamente (porque mis hermanos decidieron no aportar nada para ello), como otra de las múltiples consecuencias derivadas de los abusos de mis hermanos que durante mucho tiempo más han continuado y continúan perjudicándome hasta la fecha.

A principios de 2013, decidí regresar a mi casa debido a un aumento en la renta de dicho departamento. Al regresar, me encontré con que Polo, que había salido de mi casa poco tiempo antes, había dejado en ella varias fugas de agua y un cuantioso adeudo con la JUMAPAM (Junta Municipal de Agua Potable y Alcantarillado de Mazatlán) que estuve pagando en abonos hasta hace como un mes, cuando por fin la saldé del todo. Por una demora de unos pocos días en uno de esos pagos que estuve cada quince días haciendo, me cortaron completamente el suministro de agua durante varios días, y además me cobraron más de $120.00 pesos por reconexión.

Polo, además, durante todo el tiempo que vivió en mi casa, por alrededor de 3 años, jamás, ni una sola vez, la limpió en ningún lugar ni cortó la maleza que en la parte frontal fue creciendo, hasta llegar a tener el lugar por fuera el aspecto de una casa por completo abandonada desde hacía años, y por dentro, por todas partes, pero sobre todo en el baño y en la cocina una cantidad asombrosa de suciedad, como nunca he visto en ningún otro lugar en toda mi vida. (Por más que esto parezca no muy importante, no pienso omitir pruebas de esto tampoco.)

En el caso de Polo, es de llamar especialmente la atención esa conducta debido al hecho de que he visto que, antes y después de ese periodo, él ha sido extraordinariamente escrupuloso con la higiene de cualesquiera otros lugares en que he visto que él haya vivido. (También hay que tomar en cuenta que, independientemente de lo que yo he visto, Polo ha vivido siempre, antes y después del tiempo que vivió en mi casa, en lugares rentados, y de haber sido así de sucio en cualquiera de esas viviendas lo habrían corrido de inmediato, cosa que parece no haber sucedido nunca.) Por esto, es muy lógico suponer que debe haber tenido algún motivo extremadamente fuerte para llegar hasta el extremo de poner en riesgo incluso su propia salud cada día con tal de no limpiar la casa ni siquiera un poco nunca. Y es muy probable, por no decir que seguro, que ese motivo haya sido simplemente el pensar que limpiar la casa habría sido hacerme a mí un favor, pese a que el lugar estaba incomparablemente menos sucio cuando él llego que cuando se fue de aquí (y que la mayor parte del tiempo que aquí estuvo). Eso evidencia hasta donde llega también el desprecio de Polo hacia mí, debido a una repugnancia a la honestidad mucho mayor que a la peor de las inmundicias.

Por otra parte, durante gran parte del tiempo que me vi obligado a no estar en mi casa, ninguno de mis hermanos, incluyendo a Polo, pagó el impuesto predial, por lo que al regresar a mi casa me encontré con otra elevada deuda, que todavía no he pagado, porque no puede pagarse en partes, y ello ha tenido por consecuencia que haya crecido y sean cada vez más los intereses que por ella se me están cobrando.

Tan pronto como regresé a mi casa en 2013, Armando Uribe Tirado y la esposa o pareja de Salvador Gaeta Ibarra, comenzaron, con evidente deliberación, a obstruir con sus carros la puerta de mi casa, la cual, obviamente, necesitaba yo despejada para poder sacar y meter los libros, al ir a la UAS (Universidad Autónoma de Sinaloa) y regresar de ella. Obviamente, pretendían someterme a la humillación de meter los libros desde lugares alejados de mi puerta por tener ellos allí sus carros, pese a que a esas horas de la noche había espacio de sobra en otras partes de esta calle; pese a que este es el espacio que me corresponde a mí y no a ellos; pese a que ninguno de ellos vive en la casa de enfrente, y, sobre todo, a pesar de la gran cantidad de serios abusos que hasta la actualidad ya han cometido en mi contra y en mi perjuicio y el de mi papá. Como resultado de ello, me vi obligado a publicar en Internet de nuevo fotos de abusos cometidos por miembros de esa familia.

Poco tiempo después de que regresé a mi casa en 2013, hubo unas largas vacaciones de verano en la UAS, que es donde desde hace poco más de un año he estado vendiendo libros. Fue un periodo de dificultades económicas para mí, durante el cual me reduje a vender unos pocos libros en tianguis como los de las colonias Benito Juárez y Flores Magón y durante algunos pocos días en la plazuela Machado. Adelgacé notoriamente durante ese tiempo, y coincidentemente, por aquellos días en mi perfil de Google Plus posteé un video de una canción de Sting llamada "Shape of my heart", cuya letra en parte dice "I know that the spades are the swords of a soldier, I know that the clubs are weapons of war", "But that`s not the shape of my heart" (en español: "Sé que las espadas son las armas de un soldado, sé que los bastos son armas de guerra", "Pero esa no es la forma de mi corazón") y poco después, el 6 de julio, publiqué en un blog que tengo, varias entradas en las que, entre otras muchas cosas similares, digo "En todo el Universo y para todos los propósitos, el mejor maestro que puede existir es un bebé".

Todo eso fue evidentemente interpretado por los Gaeta Ibarra como una serie de ridículas debilidades mías, y vieron en ello una oportunidad para agredirme físicamente mucho más que como ya antes lo habían hecho.

El 14 de julio de 2013, a las 5:22 p.m., Salvador Gaeta Ibarra arrojó dos fuertes pedradas contra la pared frontal de mi casa, impactando ésta fuerte y ruidosamente en la parte superior de la fachada de mi casa, correspondiente al segundo piso de la casa, donde normalmente estoy trabajando, y donde estaba yo en esos momentos. De inmediato regresó adentro de la casa en que vive, con sus padres y su esposa, ubicada en el número 1020 de la calle Constitución y exactamente enfrente de mi casa, que se ubica en el número 1027.

A las 5:25 p.m. salí a la parte descubierta de mi casa a ver si una de esas piedras había roto algún vidrio de una ventana y a fotografiar las partes impactadas; poco menos de un minuto después, de la casa de enfrente salió Gabriela Gaeta Ibarra y al verme caminó rápidamente hasta la banqueta de mi casa, llamando a gritos a su cuñado Toribio Orozco Montes de Oca, esposo de Wendy Guadalupe Gaeta Ibarra, y —al verme con la cámara fotográfica en una mano— amenazándome en cuanto a tomarle alguna foto. De la casa de enfrente enseguida salió también Toribio Orozco Montes de Oca y caminó de prisa a la banqueta de mi casa; una vez allí, los dos lanzaron a gritos en mi contra calumnias muy graves como "¡acosador, violador!", tratando de perjudicar mi imagen entre los vecinos, si bien la gente de por aquí ya me conoce y los conoce a ellos también lo suficiente para saber que no se trata más que de calumnias de gente que, debido a su misma bajeza moral de siempre, no encuentra ningún otro modo de reaccionar (más que con más abusos) ante denuncias públicas con pruebas de muchos de los incontables abusos que desde hace muchos años vienen cometiendo.

Gabriela Gaeta Ibarra (Gabriela Gaeta de Uribe) enseguida me amenazó de muerte a gritos repetidas veces, e inmediatamente después Salvador Gaeta Ibarra, llegando repentinamente desde el lado de la banqueta de las oficinas de INAPAM y el DIF (a donde previamente debe haberse dirigido mientras su hermana y su cuñado enloquecida y abusivamente me gritaban amenazas y calumnias), me disparó con una resortera grande, muy fuertemente, una canica a la cara (según después verifiqué fue una canica, aunque en esos momentos pensé que era una piedra), desde una distancia de poco más de un metro, causándome una herida seria en la cabeza y haciéndome sangrar muy profusamente con dolor muy fuerte. Es evidente que, por su elección de una canica como proyectil y por haberme ésta impactado muy cerca de un ojo en un momento en el que yo no estaba tomando ninguna foto,* la intención de Salvador Gaeta Ibarra con esta agresión era incrustarme la canica en un ojo.

* O sea sin estarme cubriendo la cara con la cámara en ese momento, aunque en esos instantes semidistraído mirando hacia Gabriela Gaeta Ibarra, quien a enloquecidos gritos repetidamente estaba amenazándome de muerte.

Puesto que era obvio que necesitaba atención médica urgentemente debido al copioso desangramiento que estaba sufriendo, pensé en llamar a la Cruz Roja; pero no encontré su número de teléfono y en su lugar llamé a la Delegación de la Policía Municipal, mencionando la agresión de que acababa de ser víctima y la urgencia de pedir una ambulancia para recibir atención médica. Sin embargo, la telefonista me dijo que una ambulancia de la Cruz Roja me cobraría $300.00 pesos y que por ello era mejor que fuera yo a esa clínica. Entonces le pedí que viniera una patrulla para poder salir de mi casa hacia dicha clínica sin volver a ser agredido, pues los Gaeta Ibarra estaban todavía asediándome en la banqueta de mi casa a fin de impedirme salir en busca de esa urgente ayuda.

Un rato después llegaron en una patrulla dos agentes de la Policía Municipal y se pararon sobre la banqueta de mi casa. De inmediato a esta misma banqueta llegaron también Salvador Gaeta Flores, María de Jesús Ibarra de Gaeta (alias la "Jesusita") y Wendy Gaeta de Orozco, mientras Armando Uribe Tirado (esposo de Gabriela Gaeta Ibarra) permanecía mirando desde unos metros de distancia, (desde la casa de enfrente).

No conformes con todo ello, en lugar de mencionar el hecho de que su ira se debe a mi denuncia pública por Internet de pruebas de algunos de sus ya innumerables abusos, continuaron con las calumnias, ahora gritándome "¡extorsionador!", en una serie de muy evidentes mentiras que, por supuesto, ni ellos ni nadie más podría jamás probar ni en lo más mínimo, sencillamente porque son completamente falsas.

Son cuatro tipos de abuso, agresiones físicas y materiales, amenazas, acosos y calumnias, que son típicos de gente por completo falta de razón que argumentar en defensa de abusos de que se le acusa, y que así mismo los Gaeta Ibarra han abusivamente cometido ya incontables veces en mi contra y de diversas formas desde hace ya largos años, como airada reacción ante mis denuncias de sus abusos.

Tal como en todos los demás casos en relación conmigo, de una forma totalmente parcial e injusta, los dos policías municipales se pusieron por completo de parte de los Gaeta Ibarra (y uno de ellos hasta se rió sarcásticamente de mí en esos momentos, enseguida de decir que tengo una librería en Internet), y por ello me fue imposible recibir la atención médica que con urgencia estaba necesitando, mientras continuaba desangrándome a la vista de ellos.

Uno de los policías me dijo que borrara "todo lo que tenga" (en mi computadora, refiriéndose a videos mostrando abusos cometidos por los Gaeta Ibarra) y me amenazó con que de no hacerlo llegaría a mi casa alguien que irrumpiría a la fuerza (para hacerme borrar esa pruebas de abusos), y como un en extremo ridículo intento de justificación para su abusiva defensa de los Gaeta Ibarra añadió que esa gente está muy enojada conmigo ("ellos están muy enojados contigo"), repitiéndolo luego de una forma mucho más ridícula: "ellos están muy enojados contigo, están muy sentidos".

Esto me recuerda el también abusivo hecho policial de que después, en junio de 2014, el agente del Ministerio Público (en la oficina de Denuncias y Querellas en Mazatlán) Darío González González haya defendido a dos empistolados de INAPAM y el DIF Mazatlán que abusivamente me persiguieron amenazándome con dispararme), diciéndome que tales prepotentes agresores del muy corrupto gobierno de Carlos E. Felton González "se incomodaron" por el hecho tan lógico de haber tratado yo de tomar una foto al carro del que esos tipos ya me han acosado y amenazado múltiples veces fuera de mi casa. Asombroso lo "comprensivo" que es éste agente con los rufianes.

Como si toda esa pendejez policiaca no fuera bastante, uno de los policías municipales que este día vinieron a defender a los Gaeta Ibarra en sus abusivas agresiones, me acusó en esos momentos con pasmosa ligereza (aunque en extremo común en México), sin la más mínima base, de tener yo la intención de extorsionar a los Gaeta Ibarra, sin otro ridículo "fundamento" que el simple hecho de que los Gaeta Ibarra reiteradamente lo gritaron "muy sentidos", entre amenazas a gritos como "¡te va a cargar la verga!" (Gabriela Gaeta Ibarra y previamente Toribio Orozco Montes de Oca), "¡Yo soy de armas tomar, cabrón!" (Toribio Orozco Montes de Oca) y muchas otras por el estilo.

Estos hechos constituyen otra de las incontables pruebas de que aquí, en México, las autoridades policiacas —como muchas otras del gobierno— normalmente se ponen de parte de quienes, debido a ostentar más dinero o brutalidad, consideran más fuertes y, por lo tanto (según su "lógica" asombrosamente irracional), a quienes deben dar en cualquier caso la razón, y defenderlos "comprensiva" y hasta cariñosamente, en cualquier caso incluso en que es totalmente obvio que esa gente no la tiene en absoluto y está cometiendo muy obvios abusos. Aquí, como suele decirse, la Justicia es como las serpientes, sólo muerde a los descalzos.

Al regresar a mi casa en marzo de 2013, tras mi forzada ausencia por el secuestro por más de 2 años y medio cometido por mis hermanos en mi contra a fin de evitar mi denuncia de su parricidio, encontré en ella muchos cambios perjudiciales; como, por ejemplo, una extremada suciedad por todos lados, la falta de muchas de mis cosas que mis hermanos me fueron robando durante ese tiempo, para utilizarlas unas y otras sin otro propósito que menoscabar aún más mis relativamente pocas pertenencias materiales.

Entre esos abusos, encontré en el suelo la videocámara (una webcam) que yo utilizaba en mi casa para vigilancia contra abusos de los Gaeta y de mis hermanos. Alguno de mis hermanos la había jalado bruscamente del lugar en la ventana en que yo la tenía, haciéndola caer al suelo. A consecuencia de ese maltrato, al tratar de volver a usarla a mi regreso a este domicilio, estuvo fallando debido a un falso contacto con el cable que la conecta a la computadora. En cualquier momento se apagaba, imprevisiblemente, a consecuencia de ello, sin que yo me diera cuenta a veces durante horas.

Sin embargo, esto podía notarse desde la calle (incluso de día, pues la cámara está dentro de un pequeño espacio oscuro en la ventana) debido a un foco que se mantiene en ella encendido mientras está en funcionamiento. Durante los abusos cometidos por los Gaeta Ibarra en mi contra este día, la videocámara había dejado de funcionar varias horas antes, sin que yo me diera cuenta de ello. Y es seguro que la confianza con que Salvador Gaeta Ibarra cometió esta muy seria agresión en mi contra frente a la cámara, se debió a que se habían dado cuenta, él y los demás de su familia allí, de que la cámara en esos momentos estaba apagada.

Sin embargo, grabé el audio de lo ocurrido, y en la grabación puede escucharse lo aquí mencionado al respecto,* como por ejemplo el hecho de que ninguno de los presentes me contradice cuando digo que quiero que los oficiales "sean testigos de toda la sangre que me ha salido".

* Pienso escribir e incluir aquí en texto también el contenido de esta grabación lo más completamente que me sea posible, en cuanto tenga tiempo para ello también.

A continuación incluyo en texto algunas de las partes que he considerado más destacables del contenido de la grabación de estos abusos, en parte con el fin de que todo lo dicho en la grabación pueda ser relacionado con la voz de cada cual (los números antepuestos a los párrafos hacen referencia a los minutos en la duración de la grabación):

-0:02 Salgo a tomar fotos a las partes impactadas en la fachada de mi casa por las pedradas que Salvador Gaeta Ibarra acaba de arrojar contra ella.

-0:54 Gabriela Gaeta Ibarra al verme llama a Toribio Orozco Montes de Oca, y enseguida ella y Toribio Orozco me amenazan y calumnian.

-1:10 Toribio Orozco me amenaza: Deja de jugar pendejadas, puto, o te va a cargar la verga.

-1:15 Gabriela Gaeta me calumnia llamándome "acosador, violador" y me grita varias veces "¡violador!"

-1:41 Gabriela Gaeta añade "dijo la Norma que eres un violador" (refiriéndose a la parricida y secuestradora Norma Patrón Zepeda, quien es mi hermana y es aliada de los Gaeta Ibarra en múltiples abusos).

-1:44 Toribio Orozco me calumnia acusándome falsamente de estar "acosando" a sus hijos.

-1:47 Gabriela Gaeta Ibarra me amenaza de muerte: ¡Te vas, te vas a morir, hijo de tu puta madre! ¡Te vas a morir, cabrón! ¡Te va a cargar la verga, cabrón! ¡Pinche puto! ¡Te vas a morir, hijo de tu puta madre!

-2:00 Salvador Gaeta Ibarra llega de repente a la banqueta de mi casa con una resortera grande me lanza fuertemente una canica a la cara, desde una distancia de poco más de un metro. Al ver que estaba saliéndome mucha sangre de la cabeza, regresé adentro de mi casa (a la parte techada de ésta).

-2:10 Roberto Patrón Zepeda dice: No me voy a limpiar la sangre, no me voy a limpiar, voy a dejar aquí toda la sangre, para que quede como prueba de lo que acaba de suceder. Además del video.

-3:10 Trato de llamar a la Cruz Roja, pero no encuentro su número de teléfono.

-4:02 Gabriela Gaeta vuelve a gritarme amenazadoramente desde la banqueta.

-4:32 Hago una llamada a la Policía Municipal.

-6:39 Termina la llamada. Enseguida, mientras espero a la policía, me tomo algunas fotos.

-10:26 y 10:28 Se oye que enciendo y/o apago la cámara fotográfica.

-11:59 Llega una patrulla, salgo hasta la reja de mi casa y digo lo ocurrido a los dos agentes que en ella llegaron. Enseguida, Salvador Gaeta Flores, María de Jesús Ibarra de Gaeta y Wendy Gaeta de Orozco salen de la casa de enfrente también hasta la banqueta de mi casa, mientras Armando Uribe Tirado permanece mirando hacia mi casa desde enfrente.

Toribio Orozco enseguida dice que lo estoy perjudicando en su trabajo, y "acosando con una cámara de vigilancia", y Salvador Gaeta Ibarra repetidas veces me dice "estás loco".

Toribio Orozco sigue calumniándome a gritos: ¡Tú amenazaste de violar, cabrón!

Gabriela Gaeta otra vez me amenaza gritando: ¡Te va a cargar la fregada, la casa te la van a quitar! (Refiriéndose a abusivas amenazas en mi contra cometidas por mis parricidas y secuestradores hermanos, especialmente por Daniel Patrón Zepeda.)

-15:53 Hablo de "toda la sangre que me ha salido" y de que quiero que los oficiales "sean testigos de toda la sangre que me ha salido".

-15:59 "Jesusa", la mamá de los Gaeta Ibarra y tenaz inductora y autora de abusos de casi toda índole, se queja a gritos de que ya llevo cinco años no dejándolos abusar a sus anchas por estar grabando sus injusticias con una webcam.

Salvador Gaeta Ibarra grita repetidamente: ¡¿cuáles abusos, pendejo?! ¡lo que está publicado en Internet tú lo pusiste, idiota! ¡tú lo pusiste, pendejo!

Nótese la enorme convicción con que este retrasado mental me acusa a gritos de ser yo el abusivo por haber sido yo el que puso en Internet las fotos de sus abusos. ¡Asombroso! ¡Muy difícil imaginar pendejez más seria que la de este muy malcriado niño de edad mental de como máximo tres años!

-17:31 Digo a Toribio Orozco que está siendo cómplice de los abusos de la familia Gaeta Ibarra, y enseguida él lo niega. A propósito de esto, voy a publicar próximamente un archivo incluyendo múltiples fotografías respecto a abusos cometidos por Wendy Gaeta Ibarra y Toribio Orozco Montes de Oca. Por lo pronto, respecto a dicha complicidad puede verse un adelanto en la sección correspondiente a abusos cometidos por los Gaeta Ibarra el 28 de diciembre de 2008, dentro del archivo Más abusos cometidos por Salvador Gaeta Ibarra en Mazatlán.

Toribio Orozco dice "Estamos en México, aquí", cuando le digo que pienso denunciar sus abusos a organizaciones internacionales de derechos humanos.

Toribio Orozco al ver que no me disuade ninguna de las calumnias y amenazas que hasta este momento ha dicho en mi contra, me calumnia ahora acusándome de extorsión y luego de violador.

-19:59 Toribio Orozco otra vez me calumnia gritándome "¡acosador!" y "¡extorsionador!".

-20:05 Salvador Gaeta Ibarra otra vez me calumnia, diciendo repetidamente "eres violador, puto".

-20:43 Uno de los policías municipales, tan asombrosamente pendejo y vil que un simio sería un genial modelo de conducta si se les comparara, simplemente me dice que no tome fotos, y enseguida hasta me amenaza con meterse a mi casa si tomo fotos. ¡Asombrosa pendejez la de este vil puto gusano, que no sirve más que para fomentar la injusticia!

-21:29 Gabriela Gaeta Ibarra ahora secunda la última calumnia de Toribio Orozco, gritando muchas veces "¡quiere dinero!" enseguida de que digo que lo que he publicado en Internet son pruebas de abusos cometidos por los Gaeta Ibarra. Y enseguida Salvador Gaeta Ibarra secunda también esa otra calumnia de Toribio Orozco, diciendo "quieres dinero, puto" y añadiendo "¿en qué trabajas? ¿en qué trabajas?". Digo que tengo una librería en Internet llamada "Razonablemente.com", y al escuchar esto uno de los policías se ríe durante unos ocho segundos.

-22:12 Uno de los policías me dice que borre todo lo que tenga (en mi computadora, respecto a los abusos cometidos por los Gaeta Ibarra) y me amenaza con que si no lo hago va a llegar a mi casa alguien que va a entrar a la fuerza, y como justificación para ello dice que los Gaeta Ibarra están muy enojados conmigo ("ellos están muy enojados contigo"), y lo repite "ellos están muy enojados contigo, están muy sentidos". Y luego, el policía, con asombrosa pendejez, simplemente me acusa de tener la intención de extorsionar a sus servil y ciegamente defendidos, los Gaeta Ibarra.

Los dos agentes municipales, de asombrosamente extremas pendejez e inmoralidad, durante todo el rato que aquí estuvieron asintieron con la cabeza a casi todas las mentiras que los Gaeta Ibarra les fueron diciendo en mi contra, con una convicción total —los dos— simplemente engendrada de, por un lado, verlos a ellos muy rabiosos, muy brutos, "en bola" y —por eso— insistiéndome en que saliera para seguirme golpeando más; y de, por el lado contrario, verme a mí muy respetuoso, seriamente herido y solo.

-25:02 Toribio Orozco y Gabriela Gaeta otra vez mienten a los policías ahora diciendo haberme denunciado al Ministerio Público y que me llevaron por 4 años, haciendo creer o simular a los ultrapendejos agentes que estuve en la cárcel por 4 años debido a tal supuesta denuncia de los Gaeta Ibarra. Todo esto —tal como lo dijeron— es también por completo falso, sin que por supuesto de haber realmente sucedido así ello significaría necesariamente que yo hubiera cometido algún delito, tomando en cuenta que, como casi todos lo sabemos, en las cárceles de México hay una gran cantidad de personas honestas y hasta muy honestas cuyo único "delito" ha sido oponerse a alguna injusticia cometida por gente de más dinero y/o mayor brutalidad.

-25:32 Toribio Orozco vuelve a calumniarme acusándome de violador y de que lo extorsiono.

-26:58 Toribio Orozco dice que yo estoy "violando los derechos humanos al estar videograbando y al estar subiendo cosas que no son ciertas al Internet".

-27:37 Regreso adentro de mi casa.

-28:22 "Jesusa" dice "Gracias" a los policías despidiéndose de ellos, y regresa adentro de la casa en que vive. Los antedichos miembros de esa familia permanecen en la banqueta platicando con los policías durante dos o tres minutos más.

-28:57 Menciono, a solas, que mi hemorragia continúa y que no puedo salir a recibir atención médica por estar todavía los policías y los Gaeta Ibarra fuera.

A lo largo de la discusión contenida en esta grabación de audio, hay una serie de inconsistencias, que actualmente (2014) no cometería en las mismas circunstancias, en mis reacciones ante estos del todo evidentes abusos cometidos en mi contra; inconsistencias debidas a autocensura a su vez engendrada de la abusiva arbitrariedad con que los policías, y normalmente casi cualquier otra autoridad del gobierno, en México tratan a la gente de insuficiente dinero y/o brutalidad para poder darse el lujo de ser respetado por esta clase de bastardos de lo más vil y perjudicial para la sociedad.

Por falta de tiempo, no voy a hablar por ahora en detalle al respecto; pero el lector podrá identificarlas claramente si conoce sus derechos, y sus responsabilidades, como ciudadano y como ser humano.

Por favor escucha esta grabación y lee las anotaciones hechas al respecto a continuación.

Como puede escucharse a lo largo de esta grabación, varios de estos abusivos retrasados mentales dicen, especialmente Toribio Orozco Montes de Oca, que las pruebas de sus falsas acusaciones son los mismos archivos, como esta grabación de audio, en que ellos gritan repetidamente sin ninguna prueba sus falsas acusaciones, cuando por el contrario, obviamente, un archivo como este de lo único que es prueba a este respecto es de que, además de sus muchos otros abusos ya públicamente probados con múltiples fotografías y videos, están ahora cometiendo —como ya muchas otras veces lo han hecho— el abuso de calumniarme, y a gritos, y procurando grabar en la mente de quienquiera que los pueda estar escuchando sus falsedades mediante múltiples repeticiones.

Es lo típico de las cabezas huecas: tratar de convencer repitiendo a gritos lo que no pueden hacer con pruebas de las que carecen; compensar con elevadas frecuencia y volumen la oquedad de sus palabras y cabezas.

También, es importante señalar las siguientes cuatro significativas contradicciones en que los Gaeta Ibarra —como es su costumbre de siempre— incurren este día mediante sus calumnias:

1.- Estos miembros de la familia Gaeta Ibarra, ridículamente dicen que las pruebas de acoso a sus niños están en mi computadora, y sólo en mi computadora (esto lo dicen implícitamente, puesto que no mencionan nada más); y en tal caso, puesto que no les consta el contenido en mi PC, no me pueden acusar de nada en tal sentido. Pero sobre todo no pueden hacerlo simplemente por el hecho tan evidente de que ellos —como quienquiera más que llegara a intentarlo— están infinitamente lejos de poder probar que exista siquiera una infinitésima probabilidad de que yo pudiera tener la intención de cometer una injusticia contra algún niño, cualquiera que éste sea.

La extrema ridiculez de semejante falsa acusación, es la típica de las ya muy numerosas falsas acusaciones muy graves que los Gaeta Ibarra han gritado en mi contra de varios modos (incluso a través de Internet), y que, sin embargo, muy fácilmente —por sí solas— se prueban como calumnias simplemente por el hecho de que carecen por completo de prueba alguna. Como ya antes he dicho, si tienen alguna prueba —verdadera prueba, como las que yo publico— de cualquier supuesta deshonestidad cometida por mí, deben publicarla (tal como yo he debido y debo seguir publicando las innumerables pruebas que tengo de sus abusos); y si no la tienen se deben callar —a menos que quieran hundirse aún más— porque acusar no teniendo pruebas es calumniar y es, por ende, probar de ese modo también, aún más, su propia deshonestidad.

Las acusaciones de los Gaeta Ibarra son tan evidentemente insostenibles, y tan nítidamente sintomáticas de sus muy serios defectos psicológicos y morales, que nunca pueden convencer ni atraer en su apoyo ni en lo más mínimo más que a gente en extremo pendeja y deshonesta; como son, además de ellos mismos, por ejemplo —en su gran mayoría— los policías municipales y ministeriales, que en su casi totalidad actúan como rigiéndose por un código moral y laboral cuyo objetivo es promover y propagar al máximo las injusticias contra quienes ellos consideran los más "débiles", y con saña especial contra quienes además de parecerles los más "débiles" les parecen los más honestos. La debilidad (verdadera o aparente) y la honestidad, son la condición y la cualidad más amplia y duramente perseguidas y castigadas en México.

2.- La antedicha contradicción implica en sí además otra contradicción muy significativa: Es interesante el hecho de que es Toribio Orozco Montes de Oca quien en esta ocasión más se empeña en abusar con la calumnia de decir que estoy acosando a niños, y es éste precisamente, Toribio Orozco Montes de Oca, el miembro de esa familia —famosa por sus abusos— que desde hace mucho tiempo ha hecho el más necio y prolongado ab-uso de la foto de un niño o niña (con él) en su perfil en Facebook tratando obviamente con ello —en parte— ingenua y ridículamente de inducir el prejuicio de que hay una conexión probatoria entre esa foto de un menor de edad y sus falsas acusaciones en contra mía; tentativa que por supuesto sólo puede llegar a atraer en su apoyo a gente de neuronas cerebrales tan severa y claramente interdesconectadas como las de los Gaeta Ibarra.

Cualquiera con un poco experiencia en observar reacciones de gente culpable acusada, sabe con toda claridad que acciones como la antedicha de Toribio Orozco Montes de Oca (y de otras personas similarmente abusivas que después también señalaré en detalle), esto es, mostrar fotos en que aparecen acompañándose con niños o bebés, o mostrar a éstos solos, en concomitancia con acusaciones de que son objeto, son algo típico de quienes no conformes con la comisión de las injusticias que se les imputan, adicionalmente cometen el abuso de escudarse con tales menores de edad, ingenuamente alucinando con la idea que así están inyectándose alguna defensa contra la justicia. Y, sin embargo, eso es también contraproducente, a los ojos de los muchos que no somos los imbéciles a quienes tales artimañas se dirigen.

Por estos dos hechos contradictorios entre sí de Toribio Orozco Montes de Oca (acusar falsamente de abuso infantil al mismo tiempo que él comete ese tipo de abuso) es señaladamente significativa la extremada hipocresía de este otro miembro destacado, por su falsedad y sus abusos, de la familia Gaeta Ibarra. A propósito de lo cual (las singularmente notables falsedad e hipocresía de Toribio Orozco Montes de Oca) también escribiré, con pruebas fotográficas y en detalle respecto a otro caso, próximamente en el archivo correspondiente a los Abusos cometidos por Wendy Gaeta Ibarra y Toribio Orozco Montes de Oca en Mazatlán y de lo cual ya puede verse un adelanto en la sección correspondiente a abusos cometidos por los Gaeta Ibarra el 28 de diciembre de 2008, dentro del archivo Más abusos cometidos por Salvador Gaeta Ibarra en Mazatlán.

3.- Esta partida de abusivos mentirosos, me acusa falsamente de "acosarlos" por Internet, y luego cínicamente mienten diciendo no saber, y fingen no haberlo sabido antes de decirlo yo en esta ocasión también, que tengo una librería en Internet y que me dedico, en parte (además de a la investigación científica), a vender libros. Sin embargo, sus falsas acusaciones presuponen obviamente que ellos han buscado en Internet lo suficiente para encontrar los archivos con que muestro los abusos cometidos por muchos miembros de la familia Gaeta Ibarra, lo que implica al mismo tiempo que también, forzosamente, han llegado a enterarse, por el mismo medio, de a qué me dedico, porque igualmente he publicado esta información a través de Internet.

Lo anterior además del hecho de que, desde hace cinco años, los Gaeta me han visto muchas veces salir de mi casa llevando a otros lugares libros para vender, regresar a mi casa de vender los libros, e incluso me han visto vendiéndolos en lugares como la plazuela Machado. Tengo incluso videos, que voy a publicar en cuanto tenga tiempo para ello también, de hace varios años en los que puede verse a Salvador Francisco Gaeta Ibarra acosándome saliendo él de la casa de enfrente y yéndose detrás de mí enseguida de que salgo de mi casa y me dirijo a vender libros en dicha plazuela. Tal como hizo otra vez después, por ejemplo, además volviéndome a agredir físicamente esta otra vez, el 30 de agosto de 2013. Lo cual puede verse en el archivo Otro abuso y otra seria agresión cometidos por INAPAM y Salvador Gaeta Ibarra en Mazatlán.

4.- La anterior contradicción implica además en sí misma una cuarta y también remarcable contradicción: Es irónico que Salvador Francisco Gaeta Ibarra haya sido precisamente quien este día comienza —secundado luego por Toribio Orozco Montes de Oca— a calumniarme con la mentira —demostrable como tal muy fácilmente— de que no trabajo, y no sólo por el hecho antes mencionado del completo conocimiento de los Gaeta de que sí trabajo e incluso en qué, y de que trabajo incluso mucho más que la gran mayoría de la gente, sino también por el hecho de que nunca se ha sabido que Salvador Gaeta Ibarra trabaje o haya trabajado en algo alguna vez o en algún lugar realmente, y al mismo tiempo, como ya antes en otros archivos he mencionado, durante años se le ha visto a cualesquiera horas de todos los días sentado fumando y hablando por teléfono, o ingiriendo bebidas alcohólicas con otros muchachos igualmente abusivos que él, de lo cual pueden verse muestras en la sección Otras Fotos de Salvador Gaeta Ibarra en el archivo Más abusos cometidos por Salvador Gaeta Ibarra en Mazatlán, así como en todo el resto de ese archivo y en otros archivos también sobre los ya incontables abusos por él cometidos, cuyos enlaces se enlistan en el índice de este archivo.

Lo cual obviamente contrasta no solamente con lo que yo hecho no sólo a través de toda mi vida adulta sino desde la adolescencia, y también con la ejemplar laboriosidad del vendedor de periódicos con parálisis cerebral del que Salvador Francisco Gaeta Ibarra ha abusado en coautoría y complicidad con casi todos los demás miembros de la familia Gaeta Ibarra, como también puede verse en múltiples fotografías en el archivo Abusos cometidos por la familia Gaeta Ibarra en Mazatlán y en otros muchos cuyos enlaces que en el índice de este se enlistan.

 

Las organizaciones de defensa de los derechos humanos con Amnistía Internacional atienden solamente denuncias de abusos cometidos por los gobiernos. Por lo pronto, estoy preparando una denuncia contra el gobierno de Mazatlán, INAPAM, el DIF de Mazatlán, la Policía Municipal y "Protección" Civil de esta ciudad, a fin de enviarla próximamente a múltiples organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos, adicionalmente a otras muchas denuncias públicas que estoy preparando para realizar por Internet de diversas formas, en cuanto a este gobierno y sobre el parricidio y el secuestro cometidos por mis hermanos y hermanas en complicidad con el "doctor" Rodolfo Melín Gaxiola contra mi padre y contra mí, además de otros muchos abusos, así como sobre muchos de los abusos cometidos por la familia Gaeta Ibarra.

He publicado más completamente, con numerosas fotografías, la información en cuanto a los abusos cometidos este día por estos miembros de la familia Gaeta Ibarra, en el archivo:

Más graves y abusivas agresiones cometidas por Salvador Gaeta Ibarra, Gabriela Gaeta Ibarra, Toribio Orozco Montes de Oca y Jesusa Ibarra de Gaeta

 

 

 

Tomando en cuenta las circunstancias en que mi papá fue abandonado y las condiciones y el estado tan precario de salud en los que en ese tiempo (y desde mucho tiempo atrás) se encontraba, aunado con el hecho de que siempre fue de todos sus hijos (y otros parientes cercanos) conocida sobradamente dicha tendencia depresiva en él, es obviamente necesario preguntarse algo cuya respuesta es de sobra evidente: ¿existe acaso alguna duda de que toda persona adulta normal —e incluso todo niño desde 5 años de edad— estaría totalmente consciente de las consecuencias fatales que ese abandono acarrearía?

Habida cuenta de lo antedicho, es evidente que en este caso no se trata de saber si ese homicidio fue, desde el punto de vista jurídico, doloso o culposo, voluntario o involuntario (por mera negligencia), porque en consideración a tal absoluta consciencia es totalmente patente que no pudo haber sido más que doloso, es decir, con la plena conciencia de que a consecuencia de ello al poco tiempo y de manera cruel, dolorosa (cuando menos emocionalmente) y totalmente injusta mi papá moriría con toda seguridad. Y además fue premeditado, no impulsivo, puesto que mis hermanos, cuando menos en su mayoría, previamente platicaron entre sí al respecto y, enseguida, de manera unánime (sin ninguna oposición de ninguno de ellos) varios de ellos prepararon durante días el lugar en el que iban a sepultarlo, es decir, la casa en que lo abandonaron, sin opción para él de salir de allí y siendo incapaz de valerse por sí mismo.

A este respecto, hay solamente una pregunta por responder, y ésta corresponde al ámbito de la medicina psiquiátrica: ¿podemos considerar que personas que toman decisiones como esa están mentalmente sanas, o debemos considerarlas como aquejadas de un trastorno antisocial? Y esta pregunta cobra relevancia mucho mayor en cuanto tenemos también en cuenta las maneras en que varios de mis hermanos han tratado de "resolver" ese problema de la posible ventilación de ese homicidio, es decir, mediante cometer otras muy graves injusticias, con el claro en extremo objeto de evitar su emergencia a la luz pública.

Sea cual sea el concepto psicológico o psiquiátrico que se considere aplicable a este caso, es por completo claro que estas personas, y quienesquiera que nos encontremos dentro de esta misma sociedad, y dentro de este mismo planeta,* estamos en apremiante necesidad de un cambio en o de esa gente, si no en su manera de ver y sentir las cosas, cuando menos en la libertad de su conducta o en las responsabilidades que se confían y se ponen bajo su cargo, de modo tal que ese tipo de injusticias u otras similares no se repitan, ni se reproduzcan extensivamente; porque de otro modo es indudable que en cualesquiera momentos ante cualesquiera otras personas indefensas pueden reincidir y haberlo estado haciendo desde su primera vez, y con la misma facilidad con que en este caso se cometieron.

* Como ya antes he señalado en otro lugar, cualquier injusticia cometida y cualquier buena acción llevada a cabo por cualquier individuo en cualquier lugar del mundo afecta, directa o indirectamente, a cualquier otro ser vivo en cualquier otro lugar del mundo, y su continuación, solución o progreso es responsabilidad tanto de éste como de aquél. Mientras las cosas no sean vistas suficientemente de este modo, el mundo continuará progresando con mucho menor velocidad que como va a empezar a hacerlo a partir del momento en que se alcance, de manera generalizada, este grado de conciencia y, sobre todo, responsabilidad tanto respecto a cualquier acción ajena en cualquier otro lugar como respecto a las propias en nuestro inmediato entorno.

Y lo mismo exactamente en cuanto al muy "curioso" hecho de que este homicidio haya sido cometido no solamente en una casa ubicada inmediatamente a un lado de la sede de INAPAM (Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores) en Mazatlán, y no solamente con el absoluto conocimiento por INAPAM de su perpetración, sino además con la activamente anuente participación también de ese instituto, y por supuesto de su entonces (2005) y actual (2014) coordinadora municipal María Elena Ríos Elizalde.

Es asombroso que el muy evidente homicidio de un anciano como en este caso, haya sido cometido, y con ese grado de descaro tan elocuente de la asombrosa normalidad que las injusticias en México alcanzan, prácticamente "en las narices" de INAPAM y más todavía que su perpetración haya sido con la complaciente participación activa de este instituto.

A pesar de la obviedad extrema de la culpabilidad de INAPAM en este muy serio delito, y de la cual en el gobierno responsable de ello están plenamente conscientes a juzgar por sus innúmeras acciones prepotentes en mi contra desde mi publicación de estos hechos señalando a mis hermanos como culpables, nunca señalé públicamente ni en privado, ante nadie y ni siquiera ante mí mismo con el pensamiento, esa en extremo evidente culpabilidad de ese instituto. Y nunca mostré ni el más mínimo resentimiento hacia nadie de INAPAM o el DIF. No comencé a señalar su culpabilidad, sino hasta que INAPAM me obligó a hacerlo, por medio de los múltiples abusos que sistemáticamente empezó gente de ese instituto a cometer en contra mía desde el 30 de agosto de 2013 (y muy probablemente desde antes).

 

El 28 de agosto de 2013, entre las 8:04 y las 8:18 horas de la noche, mi conexión a Internet y mi teléfono fueron cortados por completo, lo cual fue inesperado para mí, puesto que no había una falta de pago de esos servicios que lo justificara. Durante las semanas siguientes hice una serie de reportes por teléfono a MegaRed, la compañía ISP (llamada también MetroCarrier, y más conocida como MegaCable) con la que tengo contratados esos servicios, y, puesto que inexplicablemente no se me reconectaron ni el Internet ni el teléfono, también reporté repetidas veces esa suspensión personalmente, para lo cual tuve que dejar de trabajar varios días, hablando con varias personas de esa empresa, entre ellas, varias veces, el gerente, Iván D. Arámburo Acosta.

Durante las semanas siguientes, Iván Arámburo varias veces me aseguró que iban a reconectarme los servicios pronto. Sin embargo, no lo hicieron sino hasta después de todo un mes, el 28 de septiembre, después de que por correo electrónico reporté el problema a varias organizaciones de defensa de los derechos humanos (Amnistía Internacional, Human Rights Watch, entre otras), enviándole copia a él, y después de que tuve muchas pérdidas económicas y de otras índoles por esa injustificada desconexión y por los días que dejé de trabajar vendiendo libros para poder reportar personalmente ese problema, con la esperanza de que así por fin en MegaRed actuaran responsablemente al respecto.

Como si eso fuera poco, entre el 28 de septiembre y 8 de noviembre, MegaRed me desconectó el Internet y el teléfono en otras dos ocasiones, sin que yo haya dejado de pagarle en ningún momento; y por ello entre el 28 de septiembre y el 11 de noviembre estuve privado de esas conexiones 11 días más. Durante estas otras dos desconexiones, me vi obligado a hablar y tratar de hablar otra vez varias veces personalmente con empleados y con el gerente de MetroCarrier, Iván Arámburo Acosta, de manera por completo inútil en casi todas las ocasiones, mientras Iván Arámburo se escondía y trataba de esconderse cuando yo llegaba, lo cual quedó muy evidentemente constatado en cuando menos una de las grabaciones de audio que de ello hice, todas las cuales, por supuesto, voy a publicar también.

Desde entonces, y en medio de muchos y muy serios abusos cometidos por el gobierno de Mazatlán en mi contra, me he visto privado de mis conexiones a Internet y telefónica—sin haber dejado de pagar a MegaRed— con creciente frecuencia por lapsos de entre unos minutos y muchas horas, causándome así esa empresa aún más problemas, cuando menos hasta el día 8 de abril de 2014, cuando, en vista de que tratando de reportar estos otros problemas no se resolvía nada, y de los injustamente irresponsables antecedentes de MetroCarrier cuando menos en relación conmigo, añadí en cuanto a mi autobiografía en Internet Archive las siguientes etiquetas al respecto:

MegaRed abusivamente censura denuncias de graves violaciones de derechos humanos cometidas en México;

MetroCarrier abusivamente censura denuncias de graves violaciones de derechos humanos cometidas en México;

MegaRed irresponsablemente censura denuncias de graves violaciones de derechos humanos cometidas en México;

MetroCarrier irresponsablemente censura denuncias de graves violaciones de derechos humanos cometidas en México;

Desde entonces y hasta el 11 de mayo de 2014, la frecuencia de tales injustificadas desconexiones se redujo, si bien en su lugar desde el 11 de mayo ha surgido en mi computadora otra anomalía no menos dañina que tales abusos, y que consiste en que, con tanta frecuencia como tales desconexiones, ahora la hora e incluso la fecha en el reloj de mi computadora es cambiada, sobre todo durante mi ausencia, causándome así el serio inconveniente de que ello está repercutiendo directamente en mi grabación de los videos de vigilancia de los abusos que INAPAM, el DIF, la Policía Municipal y los Gaeta Ibarra a diario siguen cometiendo ante mi casa.

Y habida cuenta de los lamentables antecedentes de esa empresa contra la libertad de expresión y la justicia, es de señalar, muy razonablemente, que el principal sospechoso de esta otra nociva "anomalía", por así llamarlo, es MegaRed obviamente.